La guantanamera Doctora en Pedagogía Adelina Llamos, discutía su tesis el mismo día en que fue testigo del momento en que cae combatiendo el joven líder universitario José Antonio Echevarría, era el 13 de marzo de 1957.
Cuando recuerda los sucesos de ese día en que jóvenes del Directorio Revolucionario intentaron derrocar al tirano Fulgencio Batista con un ataque a su propia madriguera del Palacio Presidencial a la profe Adelina, como muchos la llaman, todavía le parecen retumbar en sus oídos el sonido de las sirenas de los patrulleros y el tabletear de la metralla asesina.
“Fue ese funesto día en que vi caer abatido, en desigual enfrentamiento con los gendarmes de Batista, a José Antonio Echevarría, ese extraordinario dirigente estudiantil, ese muchacho al que todos por el color de su piel y su redondo rostro llamábamos “Manzanita”.
Aunque han pasado 66 años de aquel 13 de Marzo, sus ojos vuelven a entristecerse y todo el rostro adquiere matices de indignación al recordar los hechos.
“Fue muy triste ver morir a nuestro Presidente de la FEU, a los estudiantes nos embargo un dolor inmenso, sabíamos el carácter, la inteligencia perdida, el revolucionario intachable, la personalidad brillante que mataban los sicarios del tirano.
Adelina Llamos Sierra, es una guantanamera nacida y criada en el batey de Soledad, hoy cabecera municipal de El Salvador, a quien más la suerte que las posibilidades económicas le posibilitaron, entre los años 1953 y 1957, estudiar Pedagogía en la Universidad de la Habana, y ser testigo y protagonista de las luchas estudiantiles revolucionarias contra el régimen del dictador Fulgencio Batista.
Una guajirita en Alma Mater.
No era muy usual que en la década del 50, del pasado siglo, una mujer guantanamera, y por demás de procedencia muy humilde, pudiera cursar estudios universitarios en la Universidad de la Habana. Por eso Adelina se confiesa ser privilegiada por la suerte.
“Yo recuerdo a un muchacho de la universidad que siempre me decía que mi papá seguro era un rico hacendado oriental. Nada más lejos de la realidad, en honor a la verdad mi viejo siempre se preocupó por mi educación y la de mis hermanos, con mucho trabajo, pues sólo tenía salario seguro durante el período de zafra, cuando laboraba en el central.
“En septiembre de 1953, llegué a la Ciudad de la Habana, para estudiar pedagogía. Acompañando a una tía que llevaba un hijo enfermo al médico, fuimos a parar hasta la morada de la señora Dora Muñoz de Tudela, una guantanamera residente en la capital, propietaria de una casa de huéspedes.
“Por esas casualidades de la vida, la empleada se había marchado, y luego de hablar con la señora, convenciéndola de que independientemente de los estudios yo podía cocinar para sus huéspedes, logré ese mismo día encontrar trabajo y un cuartito chiquito donde vivir. Aquella residencia estaba, en M y Jovellar, cerca del recinto universitario. Desde uno de los balcones de aquella casa fue que presencié junto a otros inquilinos el momento de la caída en combate de José Antonio”.
¿Cómo fueron esas horas vividas por usted aquel 13 de marzo?
“Ese mismo día discutía mi tesis de Doctora en Pedagogía, estábamos un grupo de estudiantes en el laboratorio de Antropología, donde realizaríamos el examen, cuando comenzó una verdadera agitación en toda la Universidad, se empezaron a escuchar esporádicos tiros y el sonar de las sirenas de los carros de la policía.
“Luego llegó hasta el laboratorio uno de los custodios de la Universidad y nos dijo que debíamos abandonar el recinto estudiantil por las puertas del fondo. Ya en la calle aumentaron los disparos y desde autosparlantes que indicaban a todos los carros patrulleros dirigirse al Palacio Presidencial.
“Estando en la casa de huéspedes, pasadas las tres de la tarde, sentimos un carro que venía a toda velocidad, y desde el cual se escuchaban gritos de: el oso está siendo ajusticiado en su madriguera, todos marchemos hacia la Universidad a pelear contra el tirano, junto a varios inquilinos me paré en el balcón para ver lo que sucedía”.
Sus ojos brillan de emoción al recordar cada detalle de la acción. Era José Antonio, el que gritaba convidando al combate, iba en el asiento delantero, el primero en reconocerlo fue el Doctor Armando Montes de Oca, hacía meses no veíamos a Manzanita, pues por sus actividades revolucionarias era muy perseguido.
“Luego vino el fatal cruce del carro del líder estudiantil con el patrullero, los guardias lo reconocieron enseguida y comenzó el tiroteo. José Antonio, abrió rápidamente la puerta del vehículo para disparar”.
La nonagenaria señora se detiene en su conversación, su voz ahora está entrecortada, suspira y continúa explicando “Pasaron sólo unos segundos pero parecía una eternidad, luego cayó muerto nuestro querido compañero”.
¿Qué cualidades de José Antonio recuerda más?
“Su inteligencia, carisma y dinamismo, siempre pendiente de todos los detalles, yo lo conocía bien porque el visitaba con frecuencia nuestra Facultad de Educación, donde creo que hasta tuvo sus amores.
“El estudiantado lo quería mucho, el día en que fue electo Presidente de la FEU, los muchachos lo cargaron y recorrieron por toda la Plaza Cadenas de la Alta Casa de Estudios”.
“Después del 13 de marzo fue cerrada inmediatamente la Universidad y suspendidas las garantías constitucionales, era una época muy violenta, de enfrentamientos a diario, entre el estudiantado y la policía, cada atropello, cada asesinato, multiplicaba nuestras fuerzas para derrocar a Batista. Recuerdo aquella inmensa manifestación en que los bomberos nos tiraron agua, esas imágenes son las que con frecuencia se ponen por la televisión. Ese día mataron a Rubén Batista Rubio.
Luego, como no estábamos dando clases, regresé para mi casa.
¿Y la discusión de sus tesis Adelina?
“Sonríe y me contesta emocionada “Imagínate que no fue hasta meses después del triunfo revolucionario, que nos citaron para presentarnos a realizar el frustrado examen”.
Fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, y protagonista destacada en cuanta misión encomendara la Revolución, Adelina Llamos Sierra, dedicó casi tres décadas a las labores de Educación. Hoy se mantiene con vitalidad habitual, dispuesta a trasmitir sus experiencias a todo aquel que toque a su puerta.
“Antes de finalizar la entrevista Adelina expresa su satisfacción por “ver tanto jóvenes estudiando carreras en nuestras universidades, es ver muchas veces multiplicados los sueños e ideales de José Antonio”.